Reflexión

Pasamos la vida buscando respuestas, sin nunca haber hecho la pregunta adecuada. Ellas están allí, esperando las palabras justas. Cada quien tiene su mandala

domingo, 9 de noviembre de 2008

¿“Un paro docente es una pistola en la cabeza de la sociedad”?
Por Carlos Alberto Benedetto*

Un amigo me dijo días atrás “Un paro docente es una pistola en la cabeza de la sociedad” y me aseguró inmediatamente después de realizar semejante afirmación que “Nadie podrá imaginar lo que me ha costado decir esta frase”
Tengo por este amigo, un respeto que llega a ese tipo de admiraciones que van desde lo personal a lo profesional, pasando por lo ético y lo moral. Así que cuando escuché esa frase de su boca me dejó, lo aseguro, por unos días en estado reflexivo.
Pasé largas horas indagándome las tripas, el cerebro y el corazón buscando el sostén para tantos y variados paradigmas intelectuales que años de militancia política y profesión docente me han marcado como en yerra al potro.
¿Por qué la duda?, ¿Acaso no alcanzaría con pararse en uno solo de los paradigmas constitucionales para justificar el paro, como lo es el derecho a huelga?, repito y me vuelvo a preguntar, ¿Por qué la duda?
Simplemente porque no puedo discutir, por conocerlo muy bien, la calidad de peronista de este amigo, mucho menos discutir su integridad intelectual, moral o ética. La duda venía parida por la certeza que alguna justificación tenía mi amigo para esbozar tamaña afirmación.
Como ustedes no conocen a este amigo y mucho menos pueden tener afecto o respeto por él, es que voy a reproducir parte de su opinión respecto de dicha frase para que la conversemos y le busquemos la vuelta a la cuestión.
Luego de la citada frase dijo “Confieso que me aterra darle certidumbre absoluta a mi temeraria afirmación. Pero si la damos por cierta, si creemos que cada día de clases es vital para la sociedad, el Estado deberá acceder a todas y cada una de las exigencias gremiales. ¿Qué otra cosa queda ante el riesgo cierto de un tiro en la cabeza? No queda otra, pidan lo que pidan, haya o no recursos. Acceder, calladitos la boca, Mansa y resignadamente”.
Debo aclarar, por si algún despistado agarra este texto por la mitad, que mi amigo hace de la realidad una escena de tres actores donde el docente que hace paro jugaría el papel del actor que amenaza con una pistola en la cabeza a la sociedad, a la sociedad la sitúa en el papel del actor amenazado y al estado en arbitro del dilema, encontrándose este último, en la desfavorable posición de, si no sede, el atacado sería ultimado y, por el contrario, si sede, habrá ganado, por medios socialmente reprochables, aquel que puso en riesgo la vida de la víctima. Según tal representación, siempre pierde la sociedad, de esto no caben dudas.
Masticando cual rumiante su pastito, aventuro una devolución.
¿Recuerdan ustedes esa película trágica pero aleccionadora que fuera protagonizada por Denzel Washington y dirigida por Nick Cassavetes titulada “John Q”?
En dicho film, Denzel Washington protagoniza a John Q, un trabajador, esposo y padre de un hijo de ocho o nueve años que sufre una afección cardiaca por la cual debería ser transplantado. Al iniciar los trámites en su aseguradora de salud le informan que dicha afección no sería cubierta, debiendo él, correr con los costos de dicha intervención.
El hospital donde su hijo está internado decide rechazar la internación del niño debido a la falta de cobertura. La venta de los bienes muebles de la familia y la hipoteca de la casa no alcanzan a cubrir tales costos, encontrándose la familia en el dilema de enfrentar la posible muerte de su hijo por falta de atención adecuada.
Ante tal situación y tras realizar un último intento desesperado de solicitud de atención de su hijo al jefe de cardiología del hospital, John Q decide secuestrar a este y a media docena de pacientes que se encontraban en la guardia del nosocomio, a fin de exigir a las autoridades hospitalarias que atiendan y realicen la operación para salvar la vida de su hijo.
Llega la policía del distrito, los periodistas y el FBI, la voy a hacer corta. Tras algunos intentos fallidos de rescate de los rehenes por parte de la policía, John Q se ofrece como donante poniendo en riesgo su propia vida al apuntarse a si mismo con el arma, pues como todos sabemos, para que un transplante de corazón se pueda realizar se necesita un corazón sano de un donante compatible, pero muerto obviamente.
Justo en el momento en que John Q está dispuesto a rajarse un tiro en la sien…, no, el final de la película no se los voy a contar, prefiero que tengan el placer de disfrutarla. Sólo puedo agregar que quién parece ser el villano es el que tiene el arma en la mano pero el verdadero villano, según esta historia, es el sistema que obliga a la sociedad a auto amenazarse para poder granjearse las condiciones de una vida digna.
¿Alguien cree seriamente que los docentes se consideran extra sociedad?, ¿Acaso los docentes de escuelas públicas mandan sus hijos a escuelas privadas?, les aseguro que la mayoría de mis compañeros docente tienen a sus hijos estudiando en escuelas públicas, por lo tanto, si el paro es una pistola en la cabeza de la sociedad, es también una suerte de auto amenaza.
Muchas veces, lo que parece indigno se vuelve digno si el fin es mas altruista que el fin mediato del vil metal o la satisfacción inmediata. Recordemos también que el vil metal es vil si es ajeno o insuficiente pero digno si es propio y suficiente.
Veamos otros ejemplos no ya cinematográficos. El pueblo Hindú debió tejer sus propias telas y vestir harapos con casi nula confección con algodón no industrializado, quemaron sus identidades en hogueras públicas y comieron trigo molido al estilo neandertal y hervido en aguas no potables para lograr expulsar de La India al imperio británico. Todas cosas al parecer indignas para el estilo de vida del siglo XX. Pero más que dignas, pues perseguían el supremo fin de ser un pueblo que decidiera su propio destino. Aquí cabe aclarar que el conductor de dicho movimiento de resistencia, Mahatma Ghandi, casi muere en dos ocasiones debido a un par de huelgas de hambre que llevó adelante a fin de aleccionar a sus compatriotas respecto del modo pacífico de la resistencia. Recalco lo “pacífico” tanto como recalco lo de “autodestructivo”.
¿Es necesario citar y ahondar en ejemplos regionales o locales más próximos en distancia? La patagonia trágica, el 45, la huelga de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre, el Cordobazo.
No se nota la preocupación social por la educación de nuestros niños cuando vemos el boletín del hijo. Menos se nota cuando le compramos un celular último modelo o el novedoso MP3 o MP4, pero estamos muy contentos porque el nene tiene un Foto Log absolutamente actualizado. Eso si, la carpeta está completamente desactualizada y en la casa se paga regularmente, sin atraso, la cuenta de Internet.
Pocos, casi nulos, son los padres que van a la escuela a ver como va la educación del hijo una sola vez al año y menos son los que aportan dos pesos para la cooperadora escolar.
Tampoco se nota la preocupación de los “Hombres de Estado” cuando aventuran soluciones mágicas como la “Reducción de la edad de imputabilidad” para paliar la emergencia en seguridad. Otros que aparentan ser más “modernos” dicen “este es un problema que tiene que ver con la educación” y agregan “Hay que mandar a esos niños a la escuela ampliando la educación obligatoria y la doble escolaridad”.
Permítanme sacar de un cajón, la bola de cristal que me regaló mi abuelita. Mandan a la escuela a los “pibes chorros” para que dejen de tener esa segunda condición y a poco de comenzar las clases nos damos cuenta que cuando el pibe sale de la escuela, sale para regresar a ningún hogar, salen para regresar a una casa donde no hay control ni contención, donde el premio al merito no existe, donde el buen ejemplo no abunda y la complementación con la tarea escolar es al menos contraproducente. El pibe regresa al día siguiente a la escuela donde el docente que lo evalúa no puede ponerlo en igualdad de condiciones con aquél que sí cumplió con sus obligaciones y tiene que desaprobarlo, reprenderlo o aleccionarlo con algún método didáctico como indica la nueva escuela de pensamiento psicopedagógico. En el mejor de los casos, la escuela cuenta con un gabinete donde el pibe puede encontrar “alguito” de comprensión, pero claro, cuando se convoca a los padres del niño se percibe que mas que un gabinete para el chico hace falta un batallón de terapeutas para los padres y todo se termina reduciendo en un “mire profe, haga lo que pueda hasta donde le den sus posibilidades”. Así, muchos docentes deciden, con aceptable sentido común, desaprobar al susodicho pibe antes que contagiar de desigualdad e injusticia al resto del grupo. Por lo antes dicho, este pibe fracasa una, dos y tres veces, hasta que se cansa y abandona, con la inconciente o conciente complicidad de sus padres, la incapacidad de la escuela para contener y la desidia del estado que propone estupideces que parecen solucionar los problemas pero en realidad lo único que logran es que se hable de otra cosa lo antes posible, no sea cuestión que nos acordemos que hay cosas importantes que encarar y que tocan intereses mas profundos.
Tal vez todos estemos auto apuntándonos los unos a los otros, pero saben qué, me parece que la del estado, es la pistola más grande y nosotros tenemos la pistola cargada con la inconciencia de no percibir las diferentes responsabilidades de los tres actores: el estado, los docentes y la sociedad.


* Carlos Alberto Benedetto
DNI: 21.730.014
Docente de la escuela Media Nº 17 y E.S.B. Nº 80 – La Plata
carlosbenedetto@yahoo.com.ar

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