Una vez mas, la interna peronista se dirimió a partir de la elección general, pero como siempre, en cada caso en el que las cosas se hacen a medias, las consecuencias son peores que haber hecho de entrada lo que correspondía.La interna no se resolvió por completo pues lo único que decantó esta elección legislativa es que Nestor Kirchner no puede seguir siendo el Presidente del principal partido político de nuestro país. Pero nada dirimió, al menos en los hechos, respecto de quién debe de conducir los destinos del justicialismo.Por otro lado parece inhumano ponerse a discutir estas cuestiones cuando las empresas fúnebres están velando de a decenas por semana a causa de la gripe A. Asimismo, algunos se están preguntando qué tema tapa a cuál problema, si lo de la gripe porcina provoca que se deje de hablar del reciente resultado electoral o si las elecciones taparon la pandemia que parece desatada por culpa de los relojes que el lunes a la madrugada marcaron la hora en que se aceptaba el resultado electoral. Tal vez habría que probar con resolver el problema político por medio de los sistemas utilizados por la salubridad para evitar una pandemia y resolver el problema de salubridad por medio de los sistemas con los cuales se dirimen las cuestiones políticas. Así, aislar al enfermo y a todos aquellos que estuvieron en contacto íntimo con el portador del virus a fin de evitar que éste entre en contacto con el resto de la población por un lado y tomar actitudes preventivas con el objeto de evitar que lo dañino se propague, todo esto parece ser una buena solución para la cuestión política ya que si sólo se aísla al ahora ex presidente del PJ y se deja entre los sanos a quienes estuvieron en contacto íntimo con este, la posibilidad de continuar en riesgo es la misma que si el enfermo no estuviera aislado. Bajo el mismo enroque, podría consultársele a quienes son experto en la cuestión sanitaria y hacer lo que los que saben indiquen, ¿Acaso no es lo que debería hacerse en política?
Aquí se plantea una duda, ¿Quién son los que saben? Tal vez haya muchos, tal vez los que saben no son consultados o tal vez los que son consultados no saben. Sólo algo es seguro, los que ya tomaron decisiones respecto de la salubridad pública, no han asumido, hasta el momento, decisiones correctas en los momentos indicados. Aquella que sugirió la emergencia sanitaria, al día siguiente a las elecciones ya no era Ministra y quienes tomaron las decisiones de postergar la declaración de emergencia continúan en sus cargos.
Algún inepto prendió la mecha y son unos cuantos los que la están soplando despacito como para apurarla.
Carlos Benedetto
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martes, 7 de julio de 2009
martes, 28 de abril de 2009
Candidaturas testimoniales
CANDIDATURAS TESTIMONIALES, EL TESTIMONIO DE ESTÚPIDOS
Por Carlos Benedetto
¿Que tal si un día, a todos se nos ocurre por ser testimoniales?, dar testimonio, en nuestras actividades, respecto de lo que en verdad es nuestra obligación. Por ejemplo, los docentes podrían dar clases testimoniales, es decir, hacer como que van a enseñar pero no van a la escuela y los alumnos pueden ser estudiantes testimoniales, decir que van a estudiar pero se quedan en casa haciendo fiaca. Los médicos podrían hacer curación testimonial, hacer como que te sanan pero no te sanan y los enfermos podrían hacer terapia testimonial, solo tienen que repetir muchas veces “estoy curado, estoy curado, estoy curado, estoy curado” y por testimonio de la voluntad, sanarán. Que tal si los policías vigilan testimonialmente, solo tendrían que avisar que están cuidando el barrio pero se quedan tomando mate en la comisaría o durmiendo dentro del patrullero, de ese modo, todos tendríamos una sensación de seguridad testimonial y podríamos andar seguros por la calle sin miedo a que un delincuente nos pida testimonio de nuestras ganancias mensuales. Los colectiveros podrían hacer un recorrido testimonial, en lugar de hacer la ronda completa, sólo tendrían que dar una vuelta manzana y anunciar a los pasajeros “final del recorrido”. Hasta los perros podrían hacer su trabajo testimonial, haciendo como que ladran o dando vueltas sobre si mismos pero sin intención de morderse la cola. Podríamos dar testimonio de buena voluntad de pago de nuestras boletas de luz, gas, agua, teléfono, alquiler e impuestos, parándonos frente al recaudador y diciéndole “me gustaría pagarle pero sólo voy a darle mi testimonio”, hacemos como que sacamos plata del bolsillo y hacemos como que pagamos. ¿Estaría bueno, no?
Los productores podrían dar testimonio de siembra haciendo como que tiran las semillitas al suelo y haciendo como que las riegan, luego al momento de la cosecha, hacen como que juntan los granos, hacen como que los venden y hacen como que pagan las retenciones, así el estado puede recaudar millones de testimonios que luego tendría que usar para pagar las jubilaciones testimoniales y cobrarse sus propios sueldos testimoniales, eso si que estaría bárbaro, pagarle el sueldo al gobernador y a la presidenta con dinero testimonial, le pagamos con un fajo de papelitos en blanco y que ellos hagan como que son todos billetitos de cien. Todo esto lo podríamos hacer porque de hecho, ya tenemos una democracia testimonial, ya que si la democracia es el gobierno del pueblo y este no gobierna ni delibera sino por medio de sus representantes, si estos representantes fueran candidatos testimoniales, estos no nos representarán ni deliberarán por nosotros. Ahora bien, si en verdad creemos que todo lo antes dicho es una sarta de estupideces. La solución, el 28 de junio, es no votar a los entupidos testimoniales. Pero hay que tener cuidado, no hay que hacer voto testimonial, es decir hacer como que se vota pero no vamos a votar, porque puede suceder que los encargados del escrutinio, hagan recuento de votos testimonial y al finalizar la jornada anuncien con bombos y platillos, el triunfo de los candidatos testimoniales mientras nosotros seríamos estúpidos de verdad y no entupidos testimoniales.
Carlos A. Benedetto
Por Carlos Benedetto
¿Que tal si un día, a todos se nos ocurre por ser testimoniales?, dar testimonio, en nuestras actividades, respecto de lo que en verdad es nuestra obligación. Por ejemplo, los docentes podrían dar clases testimoniales, es decir, hacer como que van a enseñar pero no van a la escuela y los alumnos pueden ser estudiantes testimoniales, decir que van a estudiar pero se quedan en casa haciendo fiaca. Los médicos podrían hacer curación testimonial, hacer como que te sanan pero no te sanan y los enfermos podrían hacer terapia testimonial, solo tienen que repetir muchas veces “estoy curado, estoy curado, estoy curado, estoy curado” y por testimonio de la voluntad, sanarán. Que tal si los policías vigilan testimonialmente, solo tendrían que avisar que están cuidando el barrio pero se quedan tomando mate en la comisaría o durmiendo dentro del patrullero, de ese modo, todos tendríamos una sensación de seguridad testimonial y podríamos andar seguros por la calle sin miedo a que un delincuente nos pida testimonio de nuestras ganancias mensuales. Los colectiveros podrían hacer un recorrido testimonial, en lugar de hacer la ronda completa, sólo tendrían que dar una vuelta manzana y anunciar a los pasajeros “final del recorrido”. Hasta los perros podrían hacer su trabajo testimonial, haciendo como que ladran o dando vueltas sobre si mismos pero sin intención de morderse la cola. Podríamos dar testimonio de buena voluntad de pago de nuestras boletas de luz, gas, agua, teléfono, alquiler e impuestos, parándonos frente al recaudador y diciéndole “me gustaría pagarle pero sólo voy a darle mi testimonio”, hacemos como que sacamos plata del bolsillo y hacemos como que pagamos. ¿Estaría bueno, no?
Los productores podrían dar testimonio de siembra haciendo como que tiran las semillitas al suelo y haciendo como que las riegan, luego al momento de la cosecha, hacen como que juntan los granos, hacen como que los venden y hacen como que pagan las retenciones, así el estado puede recaudar millones de testimonios que luego tendría que usar para pagar las jubilaciones testimoniales y cobrarse sus propios sueldos testimoniales, eso si que estaría bárbaro, pagarle el sueldo al gobernador y a la presidenta con dinero testimonial, le pagamos con un fajo de papelitos en blanco y que ellos hagan como que son todos billetitos de cien. Todo esto lo podríamos hacer porque de hecho, ya tenemos una democracia testimonial, ya que si la democracia es el gobierno del pueblo y este no gobierna ni delibera sino por medio de sus representantes, si estos representantes fueran candidatos testimoniales, estos no nos representarán ni deliberarán por nosotros. Ahora bien, si en verdad creemos que todo lo antes dicho es una sarta de estupideces. La solución, el 28 de junio, es no votar a los entupidos testimoniales. Pero hay que tener cuidado, no hay que hacer voto testimonial, es decir hacer como que se vota pero no vamos a votar, porque puede suceder que los encargados del escrutinio, hagan recuento de votos testimonial y al finalizar la jornada anuncien con bombos y platillos, el triunfo de los candidatos testimoniales mientras nosotros seríamos estúpidos de verdad y no entupidos testimoniales.
Carlos A. Benedetto
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domingo, 9 de noviembre de 2008
¿“Un paro docente es una pistola en la cabeza de la sociedad”?
Por Carlos Alberto Benedetto*
Un amigo me dijo días atrás “Un paro docente es una pistola en la cabeza de la sociedad” y me aseguró inmediatamente después de realizar semejante afirmación que “Nadie podrá imaginar lo que me ha costado decir esta frase”
Tengo por este amigo, un respeto que llega a ese tipo de admiraciones que van desde lo personal a lo profesional, pasando por lo ético y lo moral. Así que cuando escuché esa frase de su boca me dejó, lo aseguro, por unos días en estado reflexivo.
Pasé largas horas indagándome las tripas, el cerebro y el corazón buscando el sostén para tantos y variados paradigmas intelectuales que años de militancia política y profesión docente me han marcado como en yerra al potro.
¿Por qué la duda?, ¿Acaso no alcanzaría con pararse en uno solo de los paradigmas constitucionales para justificar el paro, como lo es el derecho a huelga?, repito y me vuelvo a preguntar, ¿Por qué la duda?
Simplemente porque no puedo discutir, por conocerlo muy bien, la calidad de peronista de este amigo, mucho menos discutir su integridad intelectual, moral o ética. La duda venía parida por la certeza que alguna justificación tenía mi amigo para esbozar tamaña afirmación.
Como ustedes no conocen a este amigo y mucho menos pueden tener afecto o respeto por él, es que voy a reproducir parte de su opinión respecto de dicha frase para que la conversemos y le busquemos la vuelta a la cuestión.
Luego de la citada frase dijo “Confieso que me aterra darle certidumbre absoluta a mi temeraria afirmación. Pero si la damos por cierta, si creemos que cada día de clases es vital para la sociedad, el Estado deberá acceder a todas y cada una de las exigencias gremiales. ¿Qué otra cosa queda ante el riesgo cierto de un tiro en la cabeza? No queda otra, pidan lo que pidan, haya o no recursos. Acceder, calladitos la boca, Mansa y resignadamente”.
Debo aclarar, por si algún despistado agarra este texto por la mitad, que mi amigo hace de la realidad una escena de tres actores donde el docente que hace paro jugaría el papel del actor que amenaza con una pistola en la cabeza a la sociedad, a la sociedad la sitúa en el papel del actor amenazado y al estado en arbitro del dilema, encontrándose este último, en la desfavorable posición de, si no sede, el atacado sería ultimado y, por el contrario, si sede, habrá ganado, por medios socialmente reprochables, aquel que puso en riesgo la vida de la víctima. Según tal representación, siempre pierde la sociedad, de esto no caben dudas.
Masticando cual rumiante su pastito, aventuro una devolución.
¿Recuerdan ustedes esa película trágica pero aleccionadora que fuera protagonizada por Denzel Washington y dirigida por Nick Cassavetes titulada “John Q”?
En dicho film, Denzel Washington protagoniza a John Q, un trabajador, esposo y padre de un hijo de ocho o nueve años que sufre una afección cardiaca por la cual debería ser transplantado. Al iniciar los trámites en su aseguradora de salud le informan que dicha afección no sería cubierta, debiendo él, correr con los costos de dicha intervención.
El hospital donde su hijo está internado decide rechazar la internación del niño debido a la falta de cobertura. La venta de los bienes muebles de la familia y la hipoteca de la casa no alcanzan a cubrir tales costos, encontrándose la familia en el dilema de enfrentar la posible muerte de su hijo por falta de atención adecuada.
Ante tal situación y tras realizar un último intento desesperado de solicitud de atención de su hijo al jefe de cardiología del hospital, John Q decide secuestrar a este y a media docena de pacientes que se encontraban en la guardia del nosocomio, a fin de exigir a las autoridades hospitalarias que atiendan y realicen la operación para salvar la vida de su hijo.
Llega la policía del distrito, los periodistas y el FBI, la voy a hacer corta. Tras algunos intentos fallidos de rescate de los rehenes por parte de la policía, John Q se ofrece como donante poniendo en riesgo su propia vida al apuntarse a si mismo con el arma, pues como todos sabemos, para que un transplante de corazón se pueda realizar se necesita un corazón sano de un donante compatible, pero muerto obviamente.
Justo en el momento en que John Q está dispuesto a rajarse un tiro en la sien…, no, el final de la película no se los voy a contar, prefiero que tengan el placer de disfrutarla. Sólo puedo agregar que quién parece ser el villano es el que tiene el arma en la mano pero el verdadero villano, según esta historia, es el sistema que obliga a la sociedad a auto amenazarse para poder granjearse las condiciones de una vida digna.
¿Alguien cree seriamente que los docentes se consideran extra sociedad?, ¿Acaso los docentes de escuelas públicas mandan sus hijos a escuelas privadas?, les aseguro que la mayoría de mis compañeros docente tienen a sus hijos estudiando en escuelas públicas, por lo tanto, si el paro es una pistola en la cabeza de la sociedad, es también una suerte de auto amenaza.
Muchas veces, lo que parece indigno se vuelve digno si el fin es mas altruista que el fin mediato del vil metal o la satisfacción inmediata. Recordemos también que el vil metal es vil si es ajeno o insuficiente pero digno si es propio y suficiente.
Veamos otros ejemplos no ya cinematográficos. El pueblo Hindú debió tejer sus propias telas y vestir harapos con casi nula confección con algodón no industrializado, quemaron sus identidades en hogueras públicas y comieron trigo molido al estilo neandertal y hervido en aguas no potables para lograr expulsar de La India al imperio británico. Todas cosas al parecer indignas para el estilo de vida del siglo XX. Pero más que dignas, pues perseguían el supremo fin de ser un pueblo que decidiera su propio destino. Aquí cabe aclarar que el conductor de dicho movimiento de resistencia, Mahatma Ghandi, casi muere en dos ocasiones debido a un par de huelgas de hambre que llevó adelante a fin de aleccionar a sus compatriotas respecto del modo pacífico de la resistencia. Recalco lo “pacífico” tanto como recalco lo de “autodestructivo”.
¿Es necesario citar y ahondar en ejemplos regionales o locales más próximos en distancia? La patagonia trágica, el 45, la huelga de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre, el Cordobazo.
No se nota la preocupación social por la educación de nuestros niños cuando vemos el boletín del hijo. Menos se nota cuando le compramos un celular último modelo o el novedoso MP3 o MP4, pero estamos muy contentos porque el nene tiene un Foto Log absolutamente actualizado. Eso si, la carpeta está completamente desactualizada y en la casa se paga regularmente, sin atraso, la cuenta de Internet.
Pocos, casi nulos, son los padres que van a la escuela a ver como va la educación del hijo una sola vez al año y menos son los que aportan dos pesos para la cooperadora escolar.
Tampoco se nota la preocupación de los “Hombres de Estado” cuando aventuran soluciones mágicas como la “Reducción de la edad de imputabilidad” para paliar la emergencia en seguridad. Otros que aparentan ser más “modernos” dicen “este es un problema que tiene que ver con la educación” y agregan “Hay que mandar a esos niños a la escuela ampliando la educación obligatoria y la doble escolaridad”.
Permítanme sacar de un cajón, la bola de cristal que me regaló mi abuelita. Mandan a la escuela a los “pibes chorros” para que dejen de tener esa segunda condición y a poco de comenzar las clases nos damos cuenta que cuando el pibe sale de la escuela, sale para regresar a ningún hogar, salen para regresar a una casa donde no hay control ni contención, donde el premio al merito no existe, donde el buen ejemplo no abunda y la complementación con la tarea escolar es al menos contraproducente. El pibe regresa al día siguiente a la escuela donde el docente que lo evalúa no puede ponerlo en igualdad de condiciones con aquél que sí cumplió con sus obligaciones y tiene que desaprobarlo, reprenderlo o aleccionarlo con algún método didáctico como indica la nueva escuela de pensamiento psicopedagógico. En el mejor de los casos, la escuela cuenta con un gabinete donde el pibe puede encontrar “alguito” de comprensión, pero claro, cuando se convoca a los padres del niño se percibe que mas que un gabinete para el chico hace falta un batallón de terapeutas para los padres y todo se termina reduciendo en un “mire profe, haga lo que pueda hasta donde le den sus posibilidades”. Así, muchos docentes deciden, con aceptable sentido común, desaprobar al susodicho pibe antes que contagiar de desigualdad e injusticia al resto del grupo. Por lo antes dicho, este pibe fracasa una, dos y tres veces, hasta que se cansa y abandona, con la inconciente o conciente complicidad de sus padres, la incapacidad de la escuela para contener y la desidia del estado que propone estupideces que parecen solucionar los problemas pero en realidad lo único que logran es que se hable de otra cosa lo antes posible, no sea cuestión que nos acordemos que hay cosas importantes que encarar y que tocan intereses mas profundos.
Tal vez todos estemos auto apuntándonos los unos a los otros, pero saben qué, me parece que la del estado, es la pistola más grande y nosotros tenemos la pistola cargada con la inconciencia de no percibir las diferentes responsabilidades de los tres actores: el estado, los docentes y la sociedad.
* Carlos Alberto Benedetto
DNI: 21.730.014
Docente de la escuela Media Nº 17 y E.S.B. Nº 80 – La Plata
carlosbenedetto@yahoo.com.ar
Por Carlos Alberto Benedetto*
Un amigo me dijo días atrás “Un paro docente es una pistola en la cabeza de la sociedad” y me aseguró inmediatamente después de realizar semejante afirmación que “Nadie podrá imaginar lo que me ha costado decir esta frase”
Tengo por este amigo, un respeto que llega a ese tipo de admiraciones que van desde lo personal a lo profesional, pasando por lo ético y lo moral. Así que cuando escuché esa frase de su boca me dejó, lo aseguro, por unos días en estado reflexivo.
Pasé largas horas indagándome las tripas, el cerebro y el corazón buscando el sostén para tantos y variados paradigmas intelectuales que años de militancia política y profesión docente me han marcado como en yerra al potro.
¿Por qué la duda?, ¿Acaso no alcanzaría con pararse en uno solo de los paradigmas constitucionales para justificar el paro, como lo es el derecho a huelga?, repito y me vuelvo a preguntar, ¿Por qué la duda?
Simplemente porque no puedo discutir, por conocerlo muy bien, la calidad de peronista de este amigo, mucho menos discutir su integridad intelectual, moral o ética. La duda venía parida por la certeza que alguna justificación tenía mi amigo para esbozar tamaña afirmación.
Como ustedes no conocen a este amigo y mucho menos pueden tener afecto o respeto por él, es que voy a reproducir parte de su opinión respecto de dicha frase para que la conversemos y le busquemos la vuelta a la cuestión.
Luego de la citada frase dijo “Confieso que me aterra darle certidumbre absoluta a mi temeraria afirmación. Pero si la damos por cierta, si creemos que cada día de clases es vital para la sociedad, el Estado deberá acceder a todas y cada una de las exigencias gremiales. ¿Qué otra cosa queda ante el riesgo cierto de un tiro en la cabeza? No queda otra, pidan lo que pidan, haya o no recursos. Acceder, calladitos la boca, Mansa y resignadamente”.
Debo aclarar, por si algún despistado agarra este texto por la mitad, que mi amigo hace de la realidad una escena de tres actores donde el docente que hace paro jugaría el papel del actor que amenaza con una pistola en la cabeza a la sociedad, a la sociedad la sitúa en el papel del actor amenazado y al estado en arbitro del dilema, encontrándose este último, en la desfavorable posición de, si no sede, el atacado sería ultimado y, por el contrario, si sede, habrá ganado, por medios socialmente reprochables, aquel que puso en riesgo la vida de la víctima. Según tal representación, siempre pierde la sociedad, de esto no caben dudas.
Masticando cual rumiante su pastito, aventuro una devolución.
¿Recuerdan ustedes esa película trágica pero aleccionadora que fuera protagonizada por Denzel Washington y dirigida por Nick Cassavetes titulada “John Q”?
En dicho film, Denzel Washington protagoniza a John Q, un trabajador, esposo y padre de un hijo de ocho o nueve años que sufre una afección cardiaca por la cual debería ser transplantado. Al iniciar los trámites en su aseguradora de salud le informan que dicha afección no sería cubierta, debiendo él, correr con los costos de dicha intervención.
El hospital donde su hijo está internado decide rechazar la internación del niño debido a la falta de cobertura. La venta de los bienes muebles de la familia y la hipoteca de la casa no alcanzan a cubrir tales costos, encontrándose la familia en el dilema de enfrentar la posible muerte de su hijo por falta de atención adecuada.
Ante tal situación y tras realizar un último intento desesperado de solicitud de atención de su hijo al jefe de cardiología del hospital, John Q decide secuestrar a este y a media docena de pacientes que se encontraban en la guardia del nosocomio, a fin de exigir a las autoridades hospitalarias que atiendan y realicen la operación para salvar la vida de su hijo.
Llega la policía del distrito, los periodistas y el FBI, la voy a hacer corta. Tras algunos intentos fallidos de rescate de los rehenes por parte de la policía, John Q se ofrece como donante poniendo en riesgo su propia vida al apuntarse a si mismo con el arma, pues como todos sabemos, para que un transplante de corazón se pueda realizar se necesita un corazón sano de un donante compatible, pero muerto obviamente.
Justo en el momento en que John Q está dispuesto a rajarse un tiro en la sien…, no, el final de la película no se los voy a contar, prefiero que tengan el placer de disfrutarla. Sólo puedo agregar que quién parece ser el villano es el que tiene el arma en la mano pero el verdadero villano, según esta historia, es el sistema que obliga a la sociedad a auto amenazarse para poder granjearse las condiciones de una vida digna.
¿Alguien cree seriamente que los docentes se consideran extra sociedad?, ¿Acaso los docentes de escuelas públicas mandan sus hijos a escuelas privadas?, les aseguro que la mayoría de mis compañeros docente tienen a sus hijos estudiando en escuelas públicas, por lo tanto, si el paro es una pistola en la cabeza de la sociedad, es también una suerte de auto amenaza.
Muchas veces, lo que parece indigno se vuelve digno si el fin es mas altruista que el fin mediato del vil metal o la satisfacción inmediata. Recordemos también que el vil metal es vil si es ajeno o insuficiente pero digno si es propio y suficiente.
Veamos otros ejemplos no ya cinematográficos. El pueblo Hindú debió tejer sus propias telas y vestir harapos con casi nula confección con algodón no industrializado, quemaron sus identidades en hogueras públicas y comieron trigo molido al estilo neandertal y hervido en aguas no potables para lograr expulsar de La India al imperio británico. Todas cosas al parecer indignas para el estilo de vida del siglo XX. Pero más que dignas, pues perseguían el supremo fin de ser un pueblo que decidiera su propio destino. Aquí cabe aclarar que el conductor de dicho movimiento de resistencia, Mahatma Ghandi, casi muere en dos ocasiones debido a un par de huelgas de hambre que llevó adelante a fin de aleccionar a sus compatriotas respecto del modo pacífico de la resistencia. Recalco lo “pacífico” tanto como recalco lo de “autodestructivo”.
¿Es necesario citar y ahondar en ejemplos regionales o locales más próximos en distancia? La patagonia trágica, el 45, la huelga de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre, el Cordobazo.
No se nota la preocupación social por la educación de nuestros niños cuando vemos el boletín del hijo. Menos se nota cuando le compramos un celular último modelo o el novedoso MP3 o MP4, pero estamos muy contentos porque el nene tiene un Foto Log absolutamente actualizado. Eso si, la carpeta está completamente desactualizada y en la casa se paga regularmente, sin atraso, la cuenta de Internet.
Pocos, casi nulos, son los padres que van a la escuela a ver como va la educación del hijo una sola vez al año y menos son los que aportan dos pesos para la cooperadora escolar.
Tampoco se nota la preocupación de los “Hombres de Estado” cuando aventuran soluciones mágicas como la “Reducción de la edad de imputabilidad” para paliar la emergencia en seguridad. Otros que aparentan ser más “modernos” dicen “este es un problema que tiene que ver con la educación” y agregan “Hay que mandar a esos niños a la escuela ampliando la educación obligatoria y la doble escolaridad”.
Permítanme sacar de un cajón, la bola de cristal que me regaló mi abuelita. Mandan a la escuela a los “pibes chorros” para que dejen de tener esa segunda condición y a poco de comenzar las clases nos damos cuenta que cuando el pibe sale de la escuela, sale para regresar a ningún hogar, salen para regresar a una casa donde no hay control ni contención, donde el premio al merito no existe, donde el buen ejemplo no abunda y la complementación con la tarea escolar es al menos contraproducente. El pibe regresa al día siguiente a la escuela donde el docente que lo evalúa no puede ponerlo en igualdad de condiciones con aquél que sí cumplió con sus obligaciones y tiene que desaprobarlo, reprenderlo o aleccionarlo con algún método didáctico como indica la nueva escuela de pensamiento psicopedagógico. En el mejor de los casos, la escuela cuenta con un gabinete donde el pibe puede encontrar “alguito” de comprensión, pero claro, cuando se convoca a los padres del niño se percibe que mas que un gabinete para el chico hace falta un batallón de terapeutas para los padres y todo se termina reduciendo en un “mire profe, haga lo que pueda hasta donde le den sus posibilidades”. Así, muchos docentes deciden, con aceptable sentido común, desaprobar al susodicho pibe antes que contagiar de desigualdad e injusticia al resto del grupo. Por lo antes dicho, este pibe fracasa una, dos y tres veces, hasta que se cansa y abandona, con la inconciente o conciente complicidad de sus padres, la incapacidad de la escuela para contener y la desidia del estado que propone estupideces que parecen solucionar los problemas pero en realidad lo único que logran es que se hable de otra cosa lo antes posible, no sea cuestión que nos acordemos que hay cosas importantes que encarar y que tocan intereses mas profundos.
Tal vez todos estemos auto apuntándonos los unos a los otros, pero saben qué, me parece que la del estado, es la pistola más grande y nosotros tenemos la pistola cargada con la inconciencia de no percibir las diferentes responsabilidades de los tres actores: el estado, los docentes y la sociedad.
* Carlos Alberto Benedetto
DNI: 21.730.014
Docente de la escuela Media Nº 17 y E.S.B. Nº 80 – La Plata
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