Reflexión

Pasamos la vida buscando respuestas, sin nunca haber hecho la pregunta adecuada. Ellas están allí, esperando las palabras justas. Cada quien tiene su mandala

domingo, 13 de julio de 2008

La señorita A en la escuela KK

¿Cómo comenzar una nota sobre la “violencia” en la escuela?
Posiblemente si se empieza por considerar que tan la mentada “violencia escolar” es una sola, única y generalizada en todos los establecimientos educativos, cometeríamos un error de principio. Si por el contrario el análisis reposara en “el caso por caso”, tendríamos una visión clínica, pero fragmentada y parcial, que nos colocaría en el campo de las autoridades educativas que prefieren patologizar las interrelaciones áulicas como una forma de zafar de sus responsabilidades; esta forma de análisis clínico deja de lado los aspectos político y socio-económico del tema, es decir lo descontextualizaría interesadamente, observando sólo los aspectos psicológicos de los actores, como una excusa que encamine el relato hacia la búsqueda de victimas y victimarios. La “violencia escolar” está instalada. Los docentes la evalúan de diversos modos, pero por sobre todo la padecen, en una forma muy docente: resignadamente.

Un video grabado en una escuela del barrio porteño de Caballito, donde un alumno, Kevin, humilla de mil maneras distintas a una profesora de historia, debería despertar una reflexión profunda sobre los motivos que llevan a un adolescente a semejante sesión de tortura simbólica. Esta situación se reproduce en muchas otras escuelas, donde no hay celulares que las registren. Las señoritas A. pululan en las escuelas de la Matanza, de Lomas de Zamora, de los barrios de Mar del Plata o Florencio Varela, en La Plata o en las provincias del interior del país. La respuesta de los funcionarios es insólita y cobardemente encubridora “hay que trabajar el carácter de los docentes para que puedan hacerse cargo de las nuevas realidades áulicas... ” una maravilla estos funcionarios!!!La idea de que la responsabilidad, frente a la violencia escolar, se coloca del lado del docente, intenta dejar fuera del debate a las políticas educativas y al cuadro de agresión y barbarie que las políticas estatales descargan sobre los trabajadores de la educación y sobre los sectores populares. Es el docente, el que equivoca las estrategias para frenar la violencia en el aula, mientras que el Estado, en esto, no tendría nada que ver. ¿Cómo comenzar una nota sobre la “violencia” en la escuela?En esta oportunidad preferimos la ficción, no sólo porque la ficción tenga un alto valor pedagógico, sino porque la ficción permite que los personajes, siendo imaginarios, puedan intercambiarse entre el adentro y el afuera. Todas las relaciones que el lector pueda realizar entre ellos y los personajes de la realidad no es una pura coincidencia.

La señorita A y el señor K
La señorita A es una amante de la historia, docente conciente de la importancia de “conocer el pasado, para analizar el presente y no volver a equivocarnos en el futuro” pone en la enseñanza de su materia todo su empeño. La señorita A no siempre es comprendida, ni en el aula ni fuera de ella, pero es consecuente y confía, en que más temprano que tarde, el saber terminará por imponerse. Al señor K la historia no le gusta -o por lo menos eso es lo que cree- ya que en realidad K vive hablando de historia y de los hechos históricos que le toca protagonizar. Tanta vehemencia pone K en el relato individual de sus historias, que cualquiera que lo escuche creería que allí está su futuro: enseñar historia personal a los más jóvenes; una historia revisada que lo contemple como un héroe, aunque en el fondo todo sea una farsa. A la señorita A, por el contrario, las farsas no le gustan. Ella se documenta en los libros, no cree que la historia se repita “como comedia, ni como tragedia”: la historia es historia y ella la toma desde un punto de vista neutral, aséptico. Habla en forma pausada y lee mucho en clase, “para no hablar por hablar”. En ese sentido A es muy diferente a K; es prolija, paciente, documentada, en definitiva una historiadora. K siente un verdadero resentimiento por la señorita A, no se la banca, es más si por él fuera, la señorita no debería estar en su clase de historia ni en ninguna otra.K es impulsivo, atropellado, no necesita documentar nada de lo que dice, basta con que se le crea en lo inmediato, mañana volverá a cambiar lo que dijo hoy, eso no tiene importancia para él. Para K la comprensión que el otro haga de sus argumentos no tiene mayor importancia, él demanda adhesión.El encuentro entre la señorita A y el señor K, necesariamente debía terminar mal. Son tan diferentes. En la escuela KK no se aspira a que los alumnos se eleven al nivel de los maestros; es que, las autoridades piensan que los docentes no tienen ningún nivel. Antes si, antes los maestros, como la señorita A, sabían más que sus alumnos, pero ahora, lo único que les preocupa es el sueldo. Por eso el ministro de todas escuelas KK, anda medio nostálgico recordando el tiempo en que las señoritas no pedían aumentos de sueldos. Señoritas vocacionales, acomodadas y con el guardapolvo siempre almidonado. La señorita A, no usa guardapolvos almidonados, pero tiene mucha vocación y una familia que mantener, entonces con paciencia didáctica reclama atención para el dictado de la historia.El señor K, al contrario, no reclama nada; lo suyo pasa por imponerse. K no entiende de contradicciones, ni de negaciones de las negaciones, él es génesis y síntesis en un mismo momento. Siente un profundo llamado a apoderarse de lo que sea, con un único argumento: el “porque sí”. K entendió la filosofía de las autoridades de la escuela: las señoritas están por debajo de los alumnos; ¿quién se creen que son para sancionar sus actos e ir en contra de su voluntad? Cualquiera que observe a K en un video puede arribar a conclusiones caracterológicas bastante precisas:
- sujeto de conductas impulsivas, con compulsión al apoderamiento, lo que da cuenta de una baja autoestima, disfrazada detrás de una personalidad ambivalente.
- rasgos maniacos-depresivos que se resuelve en conductas agresivas en contra de todo aquello que represente una autoridad superior a él mismo.
- Bajo umbral de tolerancia a la contradicción, lo que activa mecanismo de provocación y enfrentamiento.
- Recurrencia a la mentira y al encubrimiento de responsabilidades.

Dado como están las cosas el enfrentamiento es inevitable. K no respeta la educación ni a los educadores. Cuenta a su favor con una filosofía antidocente de parte de las autoridades de las escuelas KK que lo apañan. Propenso a perder la chaveta se descontrola, abre una sombrilla oscurantista sobre las palabras de la señorita A; la atropella, como a su amigo V le gusta hacerlo. La tironea, la amenaza. Amante de los símbolos fálicos, la viola. K, es una maravillosa muestra de la barbarie que circula en las escuelas KK; es un producto de la filosofía oficial, este muchacho. La señorita A no tiene consuelo; ella conoce la historia y sabe efectivamente que K, de seguir así, hasta puede llegar a ser presidente.

Daniel Cadabón

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