Reflexión

Pasamos la vida buscando respuestas, sin nunca haber hecho la pregunta adecuada. Ellas están allí, esperando las palabras justas. Cada quien tiene su mandala

miércoles, 7 de mayo de 2008

¿y si el fracaso escolar fuera una manera disfrazada de éxito?

por Roberto Butinof

El fracaso escolar es una operación global de la mayor complejidad a partir de una situación que es exactamente como un rico tesoro encerrado en un cofre hermético, ubicado en el fondo de un mar muy profundo, nosotros vamos a trabajar para imaginar como esa riqueza potencial puede transformarse en una riqueza efectiva y como la complejidad que pasa inadvertida puede transformarse en una complejidad para ella misma y para los otros.

El desafío en cuestión.
El estudiante que fracasa cuestiona por su comportamiento, el mundo al cual él pertenece y lo interroga sin saberlo, "¿Para qué sirve todo esto?" (los estudios, la responsabilidad, los compromisos, la vida social...). Él no dice "Yo no quiero saber" o "Yo no puedo", dice sobretodo "Yo no se porque saber o porque tengo que saber".
Su cuestionamiento se dirige a sus padres, su cultura étnica, (racial?) o política, su institución escolar o a la sociedad en su conjunto.
Él no dialoga con la pregunta, la cual queda abierta.
La pregunta del estudiante que fracasa es una pregunta sin cuestionamiento, como si fuera un diálogo que todavía en realidad no es tal, como una respuesta antes de tiempo y del momento de la respuesta.
Nosotros todos estamos frente a esta problemática del fracaso escolar enfrentando un desafío que aun no es tal.
Para que el desafío se convierta verdaderamente en un desafío, imaginemos un puente que relacionaría al estudiante en cuestión con las personas para quien el problema es un problema. En esta perspectiva es aleatorio (o poco útil) imaginar normas generales, que puedan ser aplicadas a cada situación particular.
No solamente no hay solución, sino que el fracaso en si mismo ya es una solución. En efecto la respuesta ha sido "construida" antes que la pregunta y la solución antes que el problema.
El estudiante que fracasa querría comprender el sentido un mundo que le resulta extranjero viviendo simultáneamente en relación a si mismo una situación extraña y desconocida, frente a la cual se siente impotente (pero conserva potencialmente las claves de la potencia) y todo poderoso al mismo tiempo.
El desafío parece ser tal para la persona que fracasa pero en realidad lo es sobretodo, o lo es particularmente para las personas que están involucradas (la familia, la escuela, los psicólogos, los psicoterapeutas, los jueces, las autoridades políticas).
El desafío podría ser estudiado como un desafío si uno deja de lado la noción de responsabilidad y uno se interesa al lugar que ocupa y a los juegos que creamos en una sociedad posible. La noción de desafío debe ser estudiada bajo la óptica de nuestra concepción de nosotros mismos. Nosotros podemos pertenecernos o no, y esta definición consciencia, sentido o visión de nosotros mismos, en una sociedad dada, determinará el tipo de juegos posibles.
El rol, la jerarquía el sentido que nos adjudicamos a nosotros mismos van a determinar la posibilidad de desafío o la especificidad propia del desafío.
O sea el desafío debería ser estudiado no a partir del estudiante que fracasa sino a partir de aquellos que lo ven, que lo sienten, que lo aman, que lo "leen" y que podrían construir las condiciones necesarias para que el desafío comience a tornarse a ser un verdadero desafío.

Cuénteme su fracaso escolar.
Sin fecundación no hay nacimiento, y para que haya fecundación no hay que poner condiciones al nacimiento.
El fracaso escolar sería como una bisexualidad sin sexualidad. Una situación repetitiva, en tanto dure, anula aniquila la posibilidad de fecundación. De esta manera la "sexualidad" sólo puede venir del exterior.
Para que un volcán realice su condición volcánica, otra instancia, otra persona, en nuestro caso debe poder aportar los elementos que van a hacer posible el nacimiento de la conflictiva o del conflicto.
Si cada vez que trabajamos con una persona que fracasa, seguimos su fracaso escolar como si nos contaran un cuento, podríamos transformar la situación tal como es descripta en una situación tal que podría ser descripta. Del "cuénteme" pasaríamos progresivamente al "contémonos".
En lugar de mostrarle el error al otro nosotros nos volveríamos protagonistas para la construcción asociada de la noción de error.
La política de lo cuantitativo.
Ninguna lógica progresiva - o sea en construcción - no puede hacerse en base a una lectura cualitativa. Lo cualitativo sería el fruto de nuestros sentimientos, de nuestras emociones, de nuestra concepción afectiva. Para que una concepción se vuelva generadora de conceptos, es fundamental de pasar a otra manera de leer y de concebir la realidad. Para ello necesitamos de un pensamiento estructurado alrededor de una columna vertebral de tipo lógico matemático.

PERSPECTIVAS SISTÉMICAS
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